La Energía, Las Máquinas y el Trabajo

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Todas las máquinas necesitan energía para funcionar. Esta energía puede ser mecánica, eléctrica, química o de cualquier otro tipo, dependiendo de cómo esté construida la máquina.

 Para cumplir su función, las máquinas transforman la energía que reciben en otra u otras formas de energía diferentes. Una motocicleta, por ejemplo, trasforma la energía química que le proporciona el combustible en la energía cinética que necesita para su movimiento.

 Normalmente, las máquinas al funcionar producen más de una transformación de energía. Por ejemplo, la motocicleta, además de moverse, hace ruido y desprende calor. Esto quiere decir que las máquinas no aprovechan toda la energía que reciben, sino que parte de esta energía se emplea en otras cosas diferentes de lo que se pretendía conseguir cuando se diseñaron.

Por eso, cuando se diseña una máquina se han de tener en cuenta todos los efectos que producirá. Algunos de estos efectos serán adecuados a los fines para lo que la máquina fue construida, mientras que otros, por el contrario, serán inútiles para conseguir lo que pretendemos, o incluso pueden ser perjudiciales para la máquina o para el entorno.

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Por eso, uno de los fines del diseño es intentar conseguir que la máquina realice el trabajo previsto con el mínimo gasto de energía, controlando a la vez los posibles efectos perjudiciales que pudiera tener. Por ejemplo, en el caso de una lavadora, que ha sido diseñada para lavar ropa, habría que evitar que el motor se caliente demasiado, que el agua caliente se enfríe demasiado rápido, que el tambor se mueva demasiado al centrifugar, entre otros.